lunes, 20 de octubre de 2008

FOTOciudadInvisible

Las ciudades y los ojos. 3

Después de andar siete días a través de boscajes, el que va a Baucis no consigue verla y ha llegado. Los finos zancos que se alzan del suelo a gran distancia uno de otro y se pierden entre las nubes, sostienen la ciudad. Se sube por escalerillas. Los habitantes rara vez se muestran en tierra: tienen arriba todo lo necesario y prefieren no bajar. Nada de la ciudad toca el suelo salvo las largas patas de flamenco en que se apoya, y en los días luminosos, una sombra calada y angulosa que se dibuja en el follaje.
Tres hipótesis circulan sobre los habitantes de Baucis: que odian la tierra; que la respetan al punto de evitar todo contacto; que la aman tal como era antes de ellos, y con catalejos y telescopios apuntando hacia abajo no se cansan de pasarle revista, hoja por hoja, piedra por piedra, hormiga por hormiga, contemplando fascinados su propia ausencia. (Calvino 2001, p. 91)


Me sitúo justo debajo y la ciudad de Baucis alzada sobre pilares muestra su majestuosidad a través de un enorme edificio que a mi parecer actúa como barrera o muralla para proteger a sus habitantes de todos los peligros que puedan acontecer en la tierra.

Para poder acceder a ella tengo que subir por unas escalerillas situadas dentro de una gran edificación de cristal. Da la impresión de poder tocar el cielo desde arriba.

Ya en su interior, puedo apreciar la arquitectura de sus casas...

Las señales y farolas... y aunque a simple vista parezca una ciudad cualquiera, esta está muchísimo más alta que ninguna otra en el mundo.


Durante toda mi visita no he visto ninguna señal de vida. Sin embargo, al mirar hacia arriba algo me transmite la sensación de que realmente no estoy sola.

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